En los primeros 150 millones de años posteriores a la formación de nuestro sistema solar, un cuerpo gigante, nombrado Theia, de un tamaño similar al de Marte, golpeó y se fusionó con la Tierra, arrojando una nube gigante de rocas y escombros al espacio. Esta nube eventualmente se incorporó, formando la Luna.
Durante casi 30 años, científicos habían estado conformes con ésta explicación. A pesar de que la teoría tiene sentido al medir el tamaño de la Luna y la física de su órbita que rodea a la Tierra, pero al momento de comparar la composición isotópica, nuestro planeta y su satélite tienen demasiado en común.
La expectativa sería que la Luna debería de tener también una huella isotópica de Theia, y debido a que este cuerpo extraño vino de otro lugar del sistema solar, probablemente su huella isotópica debió de haber sido muy distinta a la de la Tierra.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Maryland, en E.U.A., ha generado una nueva huella isotópica de la Luna que podría brindar la pieza faltante en el rompecabezas.
Con la reducción a cero de un isótopo del tungsteno presente tanto en la Tierra como en la Luna, el equipo de científicos es el primero en reconciliar el modelo aceptado de la formación lunar con la inesperada similitud isotópica de ambos cuerpos. Los resultados sugieren que el impacto de Theia con la Tierra fue tan violento, que la nube de los escombros resultantes se mezclo completamente antes de asentarse y formar nuestro satélite natural.
Para llegar a su conclusión, los investigadores indagaron otro fenómeno bien documentado en la historia temprana del sistema solar. La evidencia sugiere que tanto la Luna como la Tierra, colectaron materiales adicionales tras el impacto principal, y que la Tierra recogió más de este polvo y escombros. El nuevo material contiene un cantidad razonable de tungsteno, pero un poco de éste era de un isotopo ligero conocido como Tungsteno-182. Juntando estas dos observaciones, se esperaría que nuestro planeta tuviera menos tungsteno-182 que la Luna.
Al comparar las rocas de ambos cuerpos, los científicos descubrieron que Luna tiene una proporción mayor de Tungsteno-182, lo cual corresponde a las distintas cantidades de material recolectado por la Luna y la Tierra tras el impacto. Esto significa que justo después de la formación lunar, ésta tenía la misma composición isotópica del manto terrestre.
Los resultados, publicados en el diario Nature, apoyan la idea de que la masa del material creado por el impacto, que posteriormente formo la Luna, debió de haberse mezclado intensamente antes de que el satélite se asentara y enfriara.
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